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intelectuales sin corazón, sin energía, de esta triste época.

—¿Y quiénes serán esos otros? ¿La nobleza resucitada?—preguntó Hipólito Sergueievich.

—Usted me ha entendido de un modo... poco halagüeño para usted. ¡Le pido perdón!—replicó irónicamente Benkovsky.

—Le he preguntado a usted tan sólo quiénes son los que han de reemplazar a los intelectuales de hoy.

—Los representantes de la clase campesina ilustrada... hombres con un intenso sentimiento de su dignidad, sedientos de saber, fuertes, dispuestos a la acción.

Los saludo por adelantado!—dijo con tono indiferente Hipólito Sergueievich.

—Sí; hay que reconocer que la Rusia aldeana comienza a producir algo nuevo—dijo, conciliadora, Isabel Sergueievna—. Aquí, en nuestra aldea, hay muchachos muy interesantes: dos jóvenes campesinos, Ivan y Grigori Chajov, que se han echado al cuerpo la mitad de mi biblioteca, Akim Mozirev, que asegura que "lo comprende todo". Y es verdad, su capacidad es muy grande.

Le he dado a leer un tratado de Física, y después le he hecho un pequeño examen; pues bien:

me ha expuesto con tanta claridad la ley del equilibrio y de la gravedad, que me ha maravillado. "Si usted lo comprende—me ha dicho—, ¿por qué no he de comprenderlo yo también?

Los libros se han escrito para todo el mundo"...