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Sí, hay campesinos muy inteligentes. Por desgracia, el sentimiento de su dignidad no es, por ahora, muy intenso y sólo se manifiesta con groserías. Son groseros hasta conmigo; pero yo no hago caso y no me quejo a las autoridades, porque estoy al tanto de que en este terreno pueden nacer flores de fuego... y el mejor día puede uno ver su casa convertida en cenizas.

Hipólito Sergueievich se sonrió. Benkovsky miro a su novia con tristeza.

Así, en una conversación superficial, sin herirse unos a otros el amor propio, permanecieron hasta las diez. Después, Isabel Sergueievna y Benkovsky entraron de nuevo en la casa y se entregaron a la música. Hipólito Sergueievich se despidió de ellos y se fué a su cuarto. Notó que su futuro cuñado no hizo el menor esfuerzo para disimular el gusto con que se separaba del hermano de su adorada.

Se sabe lo que quiere saberse, y después el fastidio acude a nuestra alma, como recompensa de nuestro deseo de saber.

Así pensaba el joven sabio, cuando se sentó ante la mesa para escribir algunas cartas. No se le ocultaban los móviles de las relaciones originales de su hermana con Benkovsky, y se daba cuenta de su papel en aquel juego. Sin embargo, era tanta su indiferencia, que ni el proceder de su hermana le indignaba.

No tardó en dejar la pluma y apagar la lámpara.