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Cuando la habitación quedó a obscuras, se acercó a la ventana.

Un silencio de muerte reinaba en el parque, iluminado por la luna, que parecía verde, vista al través de los cristales.

Bajo la ventana se deslizó una sombra y desapareció en seguida, oyéndose un leve rumor de ramaje agitado. El catedrático abrió los cristales, se asomó y vió la bata blanca de la doncella Macha.

"Si la señora se limita a jugar al amor—se dijo sonriendo, al menos su doncella ama en realidad."

***

Lentamente fueron sucediéndose los días, a modo de gotas que cayesen en el océano de la eternidad, y todos se parecían de una manera fastidiosa. La vida era monótona, y el trabajo no adelantaba; pues el brillo ardiente del sol, los perfumes enervantes del parque y las noches llenas de luna predisponían a la perezosa inacción y al ensueño.

Hipólito Sergueievich gozaba tranquilamente de una vida vegetativa, demorando todos los días para el siguiente el cumplir su propósito de entregarse al trabajo. A veces, enojado, se reprochaba su inactividad, su falta de voluntad; pero las ganas de trabajar no llegaban nunca, y atribuía su pereza a la tendencia de su organismo a acumular energías. Despertábase por la maña-