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Dios me ha creado, como a todos los seres humanos, a su imagen y semejanza; por tanto, todo lo que hago lo hago según su voluntad, y mi vida es dirigida por él. Dios conoce mi vida, y eso me basta. Hace usted mal en atormentarme.

Con una frecuencia creciente despertaba en él la sensualidad; pero él se mantenía siempre sobre sí, y a costa de grandes esfuerzos, cada vez más violentos, lograba dominar sus impulsos eróticos.

Procuraba incluso ocultárselos a sí mismo, y cuando no lo conseguía, solía decirse, con una sonrisa confusa:

"Bueno, ¿qué tiene de particular... sobre todo siendo tan guapa? Yo soy un hombre, y mi organismo, merced al sol y al aire del campo, se fortalece de día en día... Sí, es muy natural; pero, por fortuna, los aspectos extraños de su psicología impedirán que me enamore." La razón humana adquiere una actividad y una flexibilidad grandísimas cuando el hombre quiere disfrazar sus sentimientos y ocultar el verdadero carácter de las exigencias de su naturaleza. En su estado primitivo, todos los sentimientos son rectos y francos, como todas las fuerzas; pero pierden su rectitud y se tornan meramente brutales cuando los destroza la vida o los desnaturalizan los esfuerzos para someterlos a la razón fría; y entonces, queriendo disimular su condición brutal y débil, intentan, ayudados por la razón, dar apariencias de verdad a la mentira.

Hipólito Sergueievich sabía disfrazar muy bien