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Página:Viaje al Interior de Tierra del Fuego (1906).pdf/78

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viajero, nos era de escasa utilidad. Entonces, sentí que empezaba á reconciliarme con aquellos que siempre, al verlos bautizando ríos y cerros á Troche y moche, habia considerado exhibicionistas. ¡Cuán necesario es el nombre, sobre todo, si la región es montañosa, y allí en Tierra del Fuego especialmente! Fitz Roy dejó cientos de nombres ingleses en los cabos, bahías y penínsulas. Dió nombre hasta á las piedras que hay bajo el agua. Otro tanto hicieron la expedición de La Romanche, Popper, Lista Bove y muchos más, facilitando así los reconocimientos posteriores y evitándose largas referencias en las descripciones locales. Sintiendo pues esta falta, resolvi dar nombre especialmente á los cerros, siempre que me viera obligado á ello.

Pero á poco andar, pude reconocer que la cadena extendida á nuestro Sudoeste, era la que Nordenskjöld llamó cerro Hedición. Aunque la escala de su mapa es reducida y debió ser Edición sin H, respeto el nombre porque el cerro está bien ubicado en él y se le reconoce fácilmente. Como Nordenskjöld, pues, lo llamaré en adelante, cerro Hedición.

Habíamos dejado, como decía, la pampa á nuestras espaldas, entrando á lo que bien puede llamarse el valle del Río del Fuego.

Las montañas que corren de Oeste á Este, se extienden hacia el mar, en suaves lomas que desaparecen en dirección á la playa, y el río buscando su nivel, corre por entre ellas, alejándose unas veces y otras alejándolas á ellas, de manera que por sus cambios continuos de curso, va haciéndolas desaparecer paulatinamente á la vez que forma ancho valle, variable entre los mil y mil quinientos metros.

Las gramillas, que predominan en todo el territorio, son más abundantes en las orillas de los ríos, formando bañados algunas veces, pero, bien entendido, invadidos por pastos aún más hermosos.

Fuera de estos bañados, el suelo está talado por los coruros, aunque la vegetación conserva su aspecto de vega, extendida hasta el bosque.que se aproxima hasta lo alto de las lomas. En las hondonadas, no hay árboles nunca: por ellas bajan los chorrillos y si el agua no encuentra salida no la hay, el desarrollo de los turbales es inevitable. Aprovechando el exceso de humedad los invaden los musgos y el Champon (Azorella) que en la cordillera, y especialmente en el Norte —llaman Fareta, preparando el terreno para que en aquella alfombra húmeda entre á desarrollarse la mutilla, verdadera plaga fueguina, que unida á las anteriores, imposibilita más aún el paso del agua. Comienza entonces la lucha de las especies, los musgos un momento vencidos, van á desaparecer bien pronto. pero otras nuevas semillas caen sobre los champones vencedores y otra vez vuelven á verdear entre ellos. La mutilla sigue extendiendo sus raíces y sus ramas por todas las grietas; las viejas raíces de las plantas muertas se descomponen con ellas y el agua baja en busca de la napa más cercana, nunca distante.

Bajo la superficie del turbal, hay pues, una capa formada por la red compacta de raíces en descomposición y la superficie vegetal, va asi aumentando la altura del suelo. Pero un coloso se desprende de la selva viva y cae tumbado, otro lo sigue; las plantas cambian de lugar y así,