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de sierras negruscas, informes, de aspecto muy triste; el piso era de arena colorada con cascajo fino, la vejetacion muy pobre; y el terreno formaba una planicie completamente horizontal.

Por allí continuamos marchando al paso hasta llegar á un punto en donde el valle se estrechaba tanto que apenas daba acceso al rio por entre una garganta de montañas de pórfiro.

En ese mismo lugar la altiplanicie que seguíamos cambió completamente de aspecto.

Nos bajamos del caballo para recojer una preciosa flecha de cuarzo conteniendo dendritas, muestra elocuente que ponia de manifiesto las intuiciones artísticas de los antiguos patagones. Desde allí contemplamos largo rato el curioso paisaje que teniamos por delante. La cadena de sierras que corrian paralelas á nuestra izquierda, cuyos colores eran poco antes oscuros y tristes, se habian tornado en vivos y variados, ostentando las faces diversas del arco iris, pero colocados tan fuera de tiempo y de lugar, con tan poca armonía, que una copia fiel del aspecto que presentaban, habria sido considerada como la obra de un pintor de imaginacion enfermiza.

Recojí algunas muestras de todos esos colores y en seguida bajamos al valle, admirando aun estas combinaciones caprichosas de la naturaleza.

Despues de recorrer pequeños vallesitos, pasamos á observar prolijamente el gran ángulo en que el Senguel cambia definitivamente su rumbo general al N. E.

Debo hacer presente que el valle de este rio carece de