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La ascencion duró una hora y al llegar á la cima, un grito lanzado espontáneamente por cada uno de los espedicionarios, reveló nuestro asombro, causado por el espectáculo sorprendente que hirió de súbito nuestra vista.

En primer término, al pié de la meseta en que estábamos, vimos una gran laguna con juncos, en donde revoloteaban centenares de gaviotas de cuerpo y alas color blanco-aplomado y la cabeza negra, varios cisnes nadando — y en la playa, una bandada de flamencos que ofrecian a la luz, el soberbio matiz de su rosado plumaje.

Después, levantando la vista, se descubria una espléndida region donde alternaban praderas cubiertas de verdura, bosques y arroyos correntosos.

Las manchas oscuras de las sierras altísimas que habíamos observado el dia anterior, las veíamos convertidas en frondosos bosques y las fajas verde-oscuro y blancas en el centro que bajan serpenteando desde la cima de las cumbres nevadas, eran arroyos cristalinos festoneados de árboles que les dan sombra y escalonados acompañan á la corriente sonora de sus aguas, perfumándola con el aroma de sus flores, hasta precipitarse en la planicie del valle en donde se esparcen para reunirse con nuevas cintas de plata, y asi hermanadas, llegan á formar un rio mayor.

Descendemos al llano y al ver próximos los objetos, todo cobra mayor prestigio; la tierra ante todo de excelente composicion, es tan fresca, tan suelta y rica en materias fecundantes, que parece que el arado la hubiese surcado recientemente; es, sin exajeracion, algo como la tierra preparada de nuestros jardines y sustenta con