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uno de los caciques que encontrariamos, i me aconsejó, a fin de hacer a cada uno un regalo conveniente a su carácter.

21 de febrero.—En la mañana, nos pusimos en camino. Llegamos cerca del antiguo balseo Nontue, i un poco despues a la casa de Hilario, indio cristiano. La casa está situada en las orillas del lago; al frente se halla una isla, i entre la casa i la orilla del lago, se ven las ruinas de una antigua fortificacion española. Al otro lado reparamos un cono de piedra, como de 30 metros de altura, que brota del monte con la cima desnuda. Motoco nos dijo que esa peña se llamaba Cula-quina. Me demoré un instante en casa de Hilario; tenia una reclamacion que hacerme. Los dos peones que se habian quedado en los toldos de Antinao i que se habian vuelto con Labrin; despues de su pasaje, encontró Hilario en uno de sus campos, los restos de un ternero, i decia que habia sido muerto por Labrin i sus compañeros; Hilario reclamó el pago. Le dije que yo no pagaria sino la mitad, que en algunos dias mas pasaría José Luarte, primo hermano de Labrin, i que le pidiese a él la otra mitad del valor. Convenimos en que le daria un potrillo de un año, pero mientras me lo procuraba le dejaria empeñado un caballo de los que traiamos, que estaba mui cansado i necesitaba un descanso de algunos dias; i que mas tarde me lo volveria al recibir el potrillo convenido. Concluido este negocio, nos pusimos en camino; pasamos por la chácara donde habiamos visto a Huentrupan, cuando volviamos de donde Paillacan. Atravesamos potreros en donde pacian algunas vacas; reparé que casi todas eran gachas; es decir, con las puntas de los cachos encorvados hacia la frente.

Al fin faldeamos la cordillera que sirve de barrera septentional al lago de Lacar i atravesamos un riachuelo.

Este cordon es una inflexion que hace hácia el Este la cordillera cehtral; es bastante alto; en unos lugares cubierto de monte, en otros se ven las crestas desnudas, efecto de los torrentes producidos por el derretimiento de las nieves o por los aluviones que han barrido todo en su pasaje. No quedan mas que troncos de árboles, que parecian cirios alineados sobre un altar. Caminábamos casi a igual distancia del lago i de la cresta, ya acercándonos, ya alejándonos de éste. Encontrábamos de cuando en cuando pampitas donde dominaban los juncos, lo que nos hizo pensar, que en invierno debian ser otras tantas lagunitas. Bajando a un bajo, hallamos dos que se llaman Curi-laufquen, lo que significa en la lengua, chilena, lagunas negras. Unos que otros patos i hualas nadaban en la superficie. Al fin, llegamos al pié del cerro