mui cerca de Valdivia a donde se dirijia; pero no era el cerro de la Imperial, sino el Volcan Lagnin, situado mas al sur de ese que no se vé de las pampas. Del sur partia una línea que serpenteando, se dirijia hácia, nosotros; era el valle por donde corre el Limai; esa misma linea prolongada por nuestros piés hácia el norte, cubierta de manchas blancas, encerraba al Chimehuin con sus arenales; enfrente, el Caleufu sembrado de verdes islitas, vaciándose perpendicular en Chimehuin: a cinco millas para el sur, unas barrancas elevadas señalaban la confluencia del Limai con ese rio: siguiendo su valle, se veia la mancha blanquisca en el, cerro al pié del cual habia naufragado. A tres leguas del confluente habia tenido lugar el fracaso, no me faltaban mas que tres leguas para haber recorrido completamente el Limai. Pero como de esas tres leguas, dos habian sido esploradas por Villarino i la última la habia recorrido orillándola Cuando me iba a entregar a los toldos de Paillacan, nada quedaba pues, para el completo conocimiento del rio; i sin embargo no podia dejar de pensar con suma triteza que sin aquel maldito escollo habria llegado con felicidad al Cármen. Dí rienda suelta a mis meditaciones i me veia descender el Rio Negro, pasando por entre las verdes islas de Cholochel i llegando a aquella ciudad lleno de placer, cuando los gritos de peñi, pariente, amui, me volvieron a la realidad; di una última mirada al panorama a fin de grabarlo bien en mi memoria para despues fijarlo sobre el papel en la primera ocasion que pudiera librarme de las investigadoras miradas de los indios, i me uní a la tropa cazadora que se puso en movimiento. Segun las instrucciones de Inacayal i del viejo Puelmai, hé aquí el órden de marcha que se iba aseguir: la caballada arreada por tres indios i varios niños, se avanzaria en línea i desmbocaria por la quebrada vecina en el valle lateral, mientras tanto los indios, en grupos de dos o tres, partirian de ámbos lados a dominar las gargantas del valle, cercándolo completamente. Así, cuando la caballada principiase a avanzar, los avestruces i guanacos, asustados por el ruido de los caballos, huyendo delante de ellos, tratarían de salir por las otras gargantas, i debian, por consiguiente, pasar a corta distancia de los cazadores que en acecho los aguardaban.