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CAPITULO VII.
Jotes.—Destreza de Inacayal.—Espectáculo.—Corrida.—Ápol.—Reparticion.—Terrenos.—Agua.—Shascuntun.—Conversaciones en el vivaque.—Huinculmapu.—Pequeños lagos.—Aves.—Resultado de la cacería.—Crítica posicion.—Se resuelve la retirada.—Motoco Cárdenas.—Preparativos de marcha.—Despedida.—Hueñupan.—José Vera.—Paso de la cordillera.—Chihuihue.—Aisquilhue.—Dollingo.—Arique.—Valdivia

Ejecutándose el movimiento, marchaba la caballada en una línea de una cuadra de largo, haciendo resonar el suelo con el choque de sus patas, ruido sordo, al cual se mezclaba el sonido de los cencerros pendientes al cuello de las yeguas, guias de la columna; parecia un escuadron tomando la distancia para cargar al enemigo, i los indios galopando a rienda suelta en el llano, los edecanes portadores de órdenes: sobre los caballos, en el aire, como en un campo de batalla, describia a sus órbitas inmensas repugnantes jotes, esperando el fin de la pelea para hartarse de cadáveres, que en este caso iban a ser los desperdicios de los guanacos i avestruces. Uno, mas audaz que los otros, revoloteaba a distancia de unas veinte varas sobre nuestras cabezas; se lo mostré a Inacayal; Inacayal tenia reputacion de boleador, no quiso dejar escapar la ocasion de darme una prueba de su destreza; el jote estaba en la posicion mas difícil para lanzar los laquis, se hallaba verticalmente sobre nosotros i sin embargo no escapó a la suerte que le aguardaba. Mi compañero hizo jirar sus boleadores: lanzados con la rapidez del rayo, las bolas envolvieron con el cordon que las ligaba las alas del buitre i cayó a nuestros piés. A mis felicitaciones, Inacayal me contestó que cualquiera haria lo mismo, i satisfecho, dejó libre al pájaro. Mas tarde vi que decia la verdad: los indios manejan los laquis con una destreza admirable, i no puede ser de otro modo: apenas camina el niño, cuando dos manzanas o piedras pequeñas, unidas por un hilo, le sirven para perseguir a los perros o a las gallinas de las tolderías; mas grandes, se construyen unos verdaderos laquis, con los cuales, ejercitándose todo el dia, llegan a adquirir esa admirable destreza.

Apénas principiaba la cacería, percibimos una tropa de guanacos i algunos choiques; estos animales asustados con los ladridos de los perros que los divisaron, en presencia de los indios i de los caballos que los rodeaban, se desbandaron i cada cual se dirijió al lado por donde creia poder escapar. El valle presentó entónces un espectáculo enteramente animado i curioso; como era estenso, los guanacos se percibian apénas confundidos con el color amarillo del suelo; los avestruces con sus largos pescuezos i sus largas patas parecian líneas