teza es una de las primeras por la eficacia de sus principios taniños: en Europa es un raquítico arbusto; en el sud de Chile alcanza a una altura colosal; en la forma de postes i de tablas, constituye un ramo importante de comercio: el coihue, [1] inferior en calidad al roble, es de su enorme tronco; simplemente ahuecado al fuego i con instrumentos mui imperfectos, los pobres se construyen de él sus canoas, de las cuales algunas pueden cargar pesos considerables: el mañiu [2], cuya madera reemplaza a la del pino americano, siendo mucho mas sólido: el arrayan [3], mui apropósito para hacer carbon: el ralral [4] el huahuan [5], útiles para construcciones: la luma [6], madera de fierro i elastica. No olvidemos el modesto avellano, [7] cuyo árbol está llamado a ser con el tiempo una fuente lucrativa de entrada para las provincias australes, en donde crece en cantidad prodijiosa: a la llegada de los colonos se principió a dar impulso a este ramo de economía agrícola; al derribar el bosque, han tenido los alemanes la buena idea de conservar los avellanos, i en las tierras vecinas del árbol, la produccion ha casi doblado. Todos estos árboles jigantescos estaban adornados de las flores colorodas del bóquil, [8] cuyas ramas sarmentosas enredan todo el largo del tronco. Al lad o crece el maqui [9], uno de los mejores vulnerarios que se conocen en Chile; su madera resuena transformada en instrumentos de música; su corteza sirve para confeccionar canastas i cuerdas mui fuertes; sus hojas poseen facultades depurativas i cicatrizantes en el mas alto grado: pueden reemplazar al tabaco; he visto en el viaje a Lenglier, que para economizar el suyo, lo mezclaba con estas hojas i las fumaba mui satisfecho; su fruto abundante, esprimido, da un licor fermentado, i seco se le puede guardar para el invierno. Los bosques de Llanquihue contienen todos esos árboles. Los colonos no tienen pues de que quejarse, porque poseen todas las materias primeras a la mano.
Sobre el fondo verde de los árboles, aparecia adelante de nosotros la sábana de agua azul del lago de Llanquihue, i encima, las cabezas emblanquecidas por la nieve del volcan de Osorno i del cerro Calbuco. Como a las dos de la tarde, llegamos a las orillas; la jente nos aguardaba en la casa del Estado, i la embarcacion que