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lendez, en su relacion, señala a la antigua mision fundada por los Jesuitas en 1704. Allí tambien nos dijo que era, la mujer del cacique Huincahual, descendiente de los antiguos Limaiches que vivieron en las orillas del Limay i de los cuales me comunicó algunos detalles. Como a cuatro kilómetros mas léjos, entraba un rio que parecia grande: de él habla tambien el padre Melendez. La falta de luz no nos permitió visitar esos puntos.

Como los cabritos nos incomodarian para navegar en el desagüe, ocupando mucho espacio en el bote, los hice matar i asar: una porcion sirvió para la cena; el resto iba a servir como fiambre para el dia siguiente, en que calculábamos tener poco tiempo para cocinar.

Despues de haber restablecido nuestras fuerzas con esta carne fresca, nos echamos a dormir en nuestras frazadas, cerca de un buen fuego, a fin de estar bien dispuestos para el gran dia siguiente. Ibamos a ahora a navegar en el Limay: habiamos recorrido el gran lago de Nahuel-huapi en toda su estension, siendo como de setenta kilómeros de Oeste a Este i como de unos veinte en su mayor anchura

7 de enero.—El dia siguiente, al alba, ya todos estábamos en pié i tomando todas las precauciones necesarias para asegurar el buen éxito del descenso. Las cargas se estivaron con esmero: hice colocar debajo de los bancos, los botes de guta-percha, bien arrollados, de manera que ocupasen el menor espacio posible, pero con los tubos inflados, para que la embarcacion pudiese flotar en cualquier evento. Como dejábamos el palo de la vela que no nos iba a servir mas, lo planté en el sitio del campamento i le amarré al estremo un frasco que contenía un papel con nuestros nombres i la fecha del dia; En seguida inflamos las salva-vidas de goma elástica i cada uno ató la suya a la cintura; para la clase de navegacion que ibamos a emprender, esto era una precaucion indispensable; no sabiamos si encontrariamos algunas cascadas, rápidos o rocas que pudiesen causarnos alguna séria desgracia: Francisco Mancilla debia quedarse en la popa para gobernar con la bayona; cada remero en su puesto para bogar si fuere necesario, i un hombre de pié en la proa con los ojos fijos en el rio, para avisar en caso de ver algunos obstáculos; Lenglier i yo, debiamos apuntar las direcciones con la brújula fijada en el último banco, los espacios recorridos por medio del cronómetro i tomar algunos lijeros croquis de las orillas i de las particularidades que se presentasen.