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Todos ellos se aclimataron perfectamente. Los árboles frutales sobre todo se arraigaron mui bien i mostraron cierta propension a hacerte silvestres. De este modo sucede que ellos marcan por muchos años la residencia de un antiguo pobladorr, cuando éste la haya abandonado.

Hallamos hasta hoi dia en los desiertos al pié oriental de la Cordillera, en la latitud comprendida entre Villarrica i Nahuelhuap, como señales vivas dejadas por el hombre civilizado, manzanales silvestres bastante grande. Muchos mas estensos son los que se encuentran al Oeste de la Cordillera, a orillas de los rios de la provincia de Valdivia, donde se han hecho completamente silvestres. No cabe duda que ellos fueron plantados por primera vez por los vecinos de las antiguas ciudades australes. Mientras que los manzanales de Valdivia hayan sido conocidos desde tiempo inmemorial, los que acabamos de mencionar, al Este de la cordillera, en territorio de indios salvajes, permanecieron casi desconocidos. Sin embargo, los jesuitas los mencionan incidentalmente. Su descubridor fué el célebre esplorador Basilio Villarino; tendremos ocasion de estudiarlos, cuando nos ocupemos de su memorable viaje.

La planacion del manzano en esta rejion se atribuye jeneralmente a los jesuitas i especialmente al padre Nicolas Mascardi. De las relaciones de ellos se deduce, sin embargo, que su cultivo data de tiempo mas remoto, porque el manzano plantado por Mascardi se hallaba en tiempo del padre Felipe Laguna, todavia en estado raquítico i no pudo haber dado oríjen a los manzanales que ya daban chispa en un aquella época. Es posible que el manzano se haya propagado espontáneamente al otro lado de la Cordillera desde Valdivia, siendo el ganado vacuno, que come con avidez las manzanas, el portador de sus semillas. Creemos, sin embargo, mucho mas probable que haya sido plantado allí primero, lo mismo que los de Valdivia, por los antiguos pobladores de Villarrica en los establecimientos que fundaron a lo largo de su camino a Nahuelhuapi i a Buenos Aires.

Otors restos de un principio de cultura, iniciada en tiempo de la conquista i talvez por los mismos pobladores de Villarrica, son los de la ciudad de los Arboles, cuyo conocmiento debemos al distinguido autor arjentino D. Estanislao Zeballos. Son grupos estenos de árboles frutales de varias clases i fragmentos de ladrillos que se hallan, a ser efectivas las relaciones, a orillas del rio Chadileubu i del lago Irre-Lauquen [1].

No son estos los únicos ejemplos de que árboles frutales plantados por los colonos de las ciudades destruidas se hayan conservado i atestigüen en épocas lejanas la mano labradores esos labradores intelijentes. El ilustrado autor residente en Valdivia, que escribió a fines del siglo pasado (1782)

  1. Conquista de quince mil leguas, Buenos Aires, 2ª edicion, 1878, ps. 66 i 263.