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dillera austral, me da cierta autoridad para reclamar a beneficio de Chile lo que los autores i viajeros arjentinos, todos ellos posteriores, han vindicado a la patria suya. Ademas se comprenderá que, habiendo aspirado en mi juventud, a que mis trabajos redundarian en provecho de Chile, sea mui doloroso para mi sufrir en mi vejez el desengaño de ver que hayan quedado estériles.

Cuando se firmó el Tratado en 1881 quedé consternado con la noticia de que Chile acababa de perder la ínclita Nahuelhuapi que, estando situada al oriente de la division de las aguas, pasaba al dominio definitivo de la Arjentina. No me era dable entónces dar paso alguno para desviar ese golpe.

En 1883 un amigo, el ilustrado injeniero D. Carlos Cueto Guzman, cuyo fallecimiento reciente deploro, me cedió el manuscrito de Menendez que forma la base de este libro. Cuando recibí este precioso documento, me imajiné que habia de servir para compensar de alguna manera la pérdida de Nahuelhuapi i que obraria ademas, por su carácter serio i autorizado, de un modo eficaz en el sentido de la paz i de la union.

No he dejado pasar ocasion alguna desde aquel tiempo sin señalar la importancia de los Diarios de Menendez i me he puesto al servicio de esta propaganda, trabajando casi incesantemente en su persecucion.

Ya he formulado aquella idea al tinal del "Prefacio" del primer tomo por la alusion simbolica, de que Menendez desde lo alto del hito, colocado por los dos peritos en el paso interoceánico controvertido del Staleufu, brindaria la palma de la paz perenne a las dos naciones.

La importancia de los viajes de Menendez para la apreciacion de la cuestion de límites fué reconocida ampliamente por la prensa de Chile, al salir el primer tomo del libro, pero como la argumentacion derivada de ellos no fué recojida por otros autores que se ocupan de ella, quedó pronto en olvido; hubo aun varios que calificaban estas ideas como utópicas.

La suposicion mia que el hito aquel seria colocado por los peritos obrando de acuerdo, no se cumplió.

Hubo, sin embargo, un hito, el del alto Biobio, entre el cerro Copahue i el paso Santa Maria, en que el señor Perito Francisco P. Moreno inspirándose en los sentimientos de equidad i respeto a los derechos históricos [1], tuvo la jenerosidad de aceptar el principio de la division de aguas, a pesar de estar segun su opinion en pugna con el encadenamiento principal. El señor Moreno ha hecho esta concesion con la reserva de que no podrá formar precedente para los demas casos.

Si fuéramos abogados i poseyéramos la dialéctica forense necesaria, no nos seria difícil talvez probar, a pesar de la reserva espresa del señor Moreno, de que su jeneroso proceder envolveria quizas para él la obliga-


  1. Véase Acta de los Peritos, de 3 de setiembre de 1898.