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W. E. RETANA

el Cantábrico, ni el Mediterráneo — mengua sería que el agua opusiese un dique á su grandeza, á su pensamiento. — España está allí, allí donde deja sentir su influencia bienhechora, y aunque desapareciese su bandera, quedaría su recuerdo, eterno, imperecedero. ¿Qué hace un pedazo de tela roja y amarilla, qué hacen los fusiles y los cañones allí donde un sentimiento de amor, de cariño, no brota; allí donde no hay fusión de ideas, unidad de principios, concordancia de opciones…? (Prolongados aplausos.)

»Luna é Hidalgo os pertenecen tanto á vosotros como á nosotros; vosotros los amais, y nosotros vemos en ellos generosas esperanzas, preciosos ejemplos. La juventud filipina de Europa, siempre entusiasta, y algunas personas más cuyos corazones permanecen siempre jóvenes por el desinterés y entusiasmo que caracterizan sus acciones, ofrecen á Luna una corona, modesto obsequio, pequeño, sí, para nuestro entusiasmo, pero el más espontáneo y el más libre de cuantos obsequios se han hecho hasta ahora.

»Pero la gratitud de Filipinas hacía sus hijos ilustres aún no estaba satisfecha, y deseando dar rienda suelta á los pensamientos que bullen en la mente, á los sentimientos que rebosa el corazón y á las palabras que se escapan de los labios, hemos venido aquí todos á este banquete para unir nuestros votos, para dar forma á ese abrazo mutuo de dos razas que se aman y se quieren, unidas, moral, social y políticamente, en el espacio de cuatro siglos, para que formen en lo futuro una sola nación en el espíritu, en sus deberes, en sus miras, en sus privilegios. (Aplausos.)

»¡Brindo, pues, por nuestros artistas Luna é Hidalgo, glorias legítimas y puras de dos pueblos! ¡Brindo por las personas que les han prestado su concurso en el doloroso camino del arte! ¡Brindo por que la juventud filipina, esperanza sagrada de mi patria, imite tan preciosos ejemplos y por que la madre España[1], solícita y atenta al bien de sus provincias, ponga pronto en práctica las reformas que largo tiempo medita; el surco está trazado y la tierra no es estéril! Y brindo, en fin, por la felicidad de aquellos padres que, privados del cariño de sus hijos, desde aquellas lejanas regiones, les siguen con la mirada humedecida y el corazón palpitante al través de los mares y de la distancia, sacrificando en el altar del bien común los dulces consuelos que tanto escasean en el ocaso de la vida, preciosas y solitarias flores de invierno que brotan en los nevados bordes de la tumba. (Calurosos aplausos, felicitaciones al orador)»[2].


  1. La madre España: observe el lector que no dice la madre Patria. Madre Patria es titulo natural; Madre España, no lo es más que moral.
  2. Publicado por primera vez en la revista Los dos mundos, de