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W. E. RETANA

tas, no es el «mesticillo vulgar» que pretenden ciertas gentes[1]; quien realiza ese milagro no puede ser sino un hombre superior.

En una obra literaria, lenguaje y estilo son lo que en una cara facciones y fisonomía. Las facciones de Noli me tángere son incorrectas; la gramática de Rizal deja no poco que desear. Sírvele de disculpa que no era el castellano, sino el tagalo, su idioma nativo; y todavía puede añadirse que la circunstancia de estudiar á un mismo tiempo francés, inglés y alemán le era perjudicial para el logro de un alto grado de perfección en el dominio de la lengua de Cervantes. En cambio el estilo es otra cosa; es propio, y basta. ¡Dichoso el escritor que consigue ser inconfundible! Rizal lo era. Cuanto publicó anónimo en La Solidaridad, no necesita su firma; su matiz, su claro-obscuro, personalísimo, tiene verdadero encanto. Noli me tángere no irá jamás á parar á ninguna antología de escritores castellanos; pero como obra de propaganda puede figurar, sin disputa, entre las primeras. Conocía Rizal maravillosamente el gusto de sus compatriotas: sabía cuánto les hieren la imaginación las notas meláncolicas, las llamaradas de la pasión, las frases vivas; y al través de un poema romántico en mediana prosa, salpicada de agudezas rabelescas y de ironías volterianas, deslizó toda una obra de redención, cuyos conceptos más esenciales aprendió de memoria todo un pueblo. Mientras haya un filipino, no faltará quien lea Noli me tángere[2].


  1. Asi se le califica en un folleto anónimo intitulado: Filipinas: Problema fundamental; Madrid, 1891; que consta haber sido escrito por Fr. Salvador Font, agustino, ex párroco de Tondo (Manila).
  2. De los muchos elogios vehementes que los filipinos han publicado del Noli me tángere, ninguno acaso tan expresivo como el que sigue, que leímos en el número La Independencia del 3 de Octubre de 1898:
     
    EN LA ÚLTIMA PÁGINA DEL NOLI ME TÁNGERE
     

    Eres el grito del derecho herido,
    La encarnación de las candentes lágrimas
    Que en la noche sin luz de su pasado
    De mi país los ojos escaldaban.

    Yo te lei cien veces. Noble amigo,
    Hallé siempre, flotando en cada página,
    Un paño para el llanto del esclavo,
    Para el tirano vengadora tralla.

    ¡Cómo sentía, al recorrer tus hojas,
    Lástima por mi patria esclavizada!
    ¡Cuál lloraba contigo en mis insomnios,
    Y ansiaba, como tú, la luz del alba!

    Mas un día… sonaron los fusiles,
    Ahogó los suspiros la metralla,
    Y, fulminando muertes, al Derecho
    Pronto abriéronle paso las espadas.