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VIDA Y ESCRITOS DEL DR. RIZAL

fectas, puñado de polvo que se lleva el viento, ¡insignificante parte de los habitantes de uno de mis mundos más pequeños! Diles que Yo no quiero que, en mi nombre, se explote la miseria y la ignorancia de sus hermanos; que no quiero que en mi nombre se trate de sujetar la inteligencia y el pensamiento que Yo he hecho libres; no quiero que en mi nombre se cometa ningún abuso, ni que se arranque un suspiro, se derrame una lágrima, ó se vierta una sola gota de sangre; ni quiero que Me presenten cruel, vengativo, sujeto á sus caprichos y como ejecutor de sus voluntades. Que no hagan de Mí, Yo que soy el Bueno, un tirano y un mal Padre; que no pretendan ser los únicos poseedores de la luz y de la vida eterna. ¡Cómo! Yo que he dado á cada sér aire, luz, vida, amor y alimentos para que viva y sea feliz, ¿había de negar á los demás, en provecho de unos pocos —y por cierto no los mejores,— lo más esencial, lo más transcendental, la felicidad verdadera? ¡Impío, absurdo, absurdo! Diles que Yo, que soy el Todo, y que fuera de Mí nada existe ni puede existir sin mi voluntad y consentimiento, Yo no tengo ni puedo tener enemigos; nada me es igual ni nadie puede oponerse á mi voluntad. Diles que sus enemigos no son míos; que Yo jamás me he identificado con ellos, y que el obrar suyo es vano, insensato y blasfemo. Diles que Yo perdono el error, pero castigo la iniquidad; que olvido una falta contra Mí, pero persigo la vejación de un desgraciado; pues Yo soy infinitamente poderoso, y las injurias todas de todos los habitantes de todos los mundos, mil veces centuplicados, no han de dañar un átomo de mi gloria; pero que la menor injuria contra el pobre, contra el oprimido, la he de castigar; pues no he creado nada, no he dado el sér á nadie para que sea infeliz y sirva de juguete á sus hermanos. Yo soy el Padre de todo lo que existe; Yo sé el destino de cada átomo: que me dejen amar á mis criaturas, cuyas miserias y necesidades conozco; que cada uno cumpla con su deber; que Yo… ¡sé lo que tengo que hacer!»

San Agustín, después de repetir estas palabras del Altísimo, dirige graves reflexiones á Fr. Rodríguez, y acaba por imponerle de penitencia… que siga escribiendo tonterías, ¡para ser el hazmerreir de las personas ilustradas! Y, en efecto, ¡continuó escribiendo folletitos!… en los que Rizal no volvió á ocuparse para nada[1].


  1. También es de 1889 el opusculito subrepticio Por teléfono, sátira de escaso fuste, contra el P. Tont. — A principios de aquel año, y como consecuencia del éxito que tuvo la novela de Rizal, hubo muchos registros y persecuciones en Manila y algunas otras poblaciones importantes del Archipiélago. De ello da buena idea el artículo que, bajo el epígrafe Telegrama importante, publicó La Solidaridad en su número 5 (Barcelona, 15 Abril 1889); dice así:
    «De Manila, vía Hongkong, á la hora de entrar en prensa nuestro número, se ha recibido en esta redacción el siguiente telegrama: