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W. E. RETANA

predominante de su carácter era el amor al estudio, de lo que dió pruebas irrecusables desde la niñez hasta que le fusilaron, y no sabemos de ningún hombre verdaderamente estudioso á la vez que reflexivo, de ninguno, en ninguna parte del mundo, que haya sido revolucionario de acción, como no lo fué Pi y Margall, como no lo es Benot, como no lo fué Reclus, ni lo son Tolstoy y tantos otros, algunos de los cuales están clasificados entre los grandes anarquistas contemporáneos… que ningún Gobierno se atreve á fusilar.

Las investigaciones bibliográficas que realizara durante el año de 1889, que casi íntegramente dedicó á los estudios históricos, moviéronle á escribir dos opúsculos notables, que en artículos fué publicando en las columnas de La Solidaridad. Titúlase el primero: Filipinas dentro de cien años[1], y el segundo: Sobre la indolencia de los filipinos[2]. Imposible extractarlos; porque Rizal, siempre conceptuoso, pone en cuanto dice gran cantidad de substancia. Sin embargo, y por lo que toca al primero de los trabajos enunciados, preciso será decir que en éste, como en tantos otros, dió señales de una presciencia asombrosa. Comienza examinando el pasado de su patria; después examina el presente, y pasa por último á discurrir acerca del porvenir. En cuanto al presente, dice, como de costumbre, verdades muy amargas, pero no menos grandes que amargas: «La sensibilidad (escribe), la cualidad por excelencia del Indio, fué herida; y si paciencia tuvo para sufrir y morir al pie de una bandera extranjera [en servicio de España], no la tuvo cuando aquel por quien moría le pagaba con insultos y sandeces [chongo, pilósopo, filibustero, etc.]. Entonces examinóse poco a poco, y reconoció su desgracia [renunciar para siempre á su redención]. Los que no esperaban este resultado, cual los amos despóticos, consideraron como una injuria toda queja, toda protesta; y castigó con la muerte; tratóse de ahogar en sangre todo grito de dolor, y faltas tras faltas se cometieron. El espíritu del pueblo no se dejó por esto intimidar, y si bien se había despertado en pocos corazones, su llama, sin embargo, se propagaba segura y voraz, gracias á los abusos y los torpes manejos de ciertas clases para apagar ciertos sentimientos nobles y generosos. Así cuando una llama prende á un vestido, el terror y el azoramiento hacen que se propague más y más, y cada sacudida, cada golpe, es un soplo de fuelle que la va á avivar». — Después de muchas reflexiones acerca de lo pacientemente que el pueblo se ha acos-


  1. La Solidaridad; números 16, 18, 21 y 24; Barcelona-Madrid: 30 Septiembre 1889-31 Enero 1890.
  2. La Solidaridad; núms. 35, 36, 37, 38 y 39; Madrid, 15 Julio 1890- 15 Septiembre 1890.