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W. E. RETANA
Mane Thecel Phares.
Juan Crisóstomo Ibarra.

Cuando el pergamino llegó á poder del P. Salví, éste se desvaneció: la letra era… ¡la de Ibarra! — La confusión fué indescriptible.

Ben Zayb, el periodista prestigioso, voló á su casa para escribir un artículo sensacional, y lo escribió. Mandólo á la imprenta y se echó á dormir. Pedía la declaración de estado de sitio, etc. Al amanecer le despertaron devolviéndole las cuartillas: no quería el General que se hablase del asunto para no sembrar la zozobra… Resultaba, después de todo, que la presencia de un solo individuo había bastado para poner miedo en el ánimo de muchos. — A la mañana siguiente corrió la noticia de otro suceso: había sido asaltada una quinta del Pásig, donde ciertos frailes pasaban la época del calor; había habido algunos golpes, y los tulisanes se habían llevado cincuenta pesos… El lesionado era el P. Camorra, que gozaba de unas agradables vacaciones en recompensa de sus «travesuras» en Tianí (pueblo donde ocurrió la trágica muerte de Julí). Cogidos algunos de la partida, súpose que— «uno de los tulisanes de Cabésang Tales les había dado cita para reunirse con su bando en Santa Mesa para saquear los conventos y las casas de los ricos… Les guiaría un español alto, moreno… (las señas de Simoun). El aviso sería un cañonazo; y habiéndolo esperado en vano, los tulisanes, creyéndose burlados, unos se retiraron, otros volvieron á sus montañas prometiendo vengarse del español, que por segunda vez había faltado á su palabra. Ellos entonces, los ladrones cogidos, quisieron hacer algo por su cuenta y atacaron la quinta que hallaron más á mano, prometiendo dar religiosamente las dos terceras partes del botín al español de cabellos blancos, si acaso las reclamaba.» — La gente comenzó á creerlo, mayormente cuando se supo la desaparición del joyero y vióse que en su casa había sacos de pólvora y gran cantidad de cartuchos. — Todo esto transcendió y lleno de estupor á Manila entera. Lo más notable del caso era que Simoun se había asociado á D. Timoteo Peláez…

El P. Florentino, sacerdote indígena, tío del poeta Isagani, recibió una carta del Teniente de la guardia civil, en que le decía que, habiendo recibido aviso telegráfico para que «vivo ó muerto» enviase al español que se había refugiado en casa del sacerdote, se lo avisaba á fin de que «el amigo no esté allí cuando le vaya á prender á las ocho de la noche». «Ninguna duda abrigaba el P. Florentino de que el español buscado era el joyero Simoun. Había llegado misteriosamente, cargando él mismo con su maleta, sangrando, sombrío y muy abatido. Acogióle el buen clérigo con toda discreción. Mas como no se explicaba lo que acontecía, discurrió que carecía ya de protección,