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W. E. RETANA

Domingo Franco[1], ejemplares y más ejemplares de aquel código de una nueva Sociedad, organizada al modo masónico, que debía desenvolverse simultáneamente con la Masonería auténtica, la netamente filipina ó nacionalista, cuyas bases ideó en Madrid Antonio Luna en 1891, y llevó al Archipiélago Pedro Serrano[2], quien las puso en planta con el auxilio de Moisés Salvador, José A. Ramos y otros filipinos distinguidos. La novísima Masonería sólo tenía de masonería la organización y algunos procedimientos; en rigor no era otra cosa que una colectividad antiespañola; y comenzó á desarrollarse en Manila entre individuos de fuste, al mismo tiempo que el confiado Despujol se desvivía por atraerse á los conspicuos del país, los cuales le vitoreaban, le aclamaban y ovacionaban… sin perjuicio de seguir algunos de ellos laborando á la sombra de sus recién fundadas logias. Los peninsulares, reconociendo en Despujol un prototipo de caballeros, le hacían casi todos el vacío; los frailes propalaban que S. E. no estaba en sus cabales[3]… Hablando en plata, el General vivía equivocado; confiaba bastante más de lo justo; tenía una buena fe rayana en la candidez… Y así estaba la Colonia, en un período de profunda crisis, cuando Rizal, que había ya echado por delante los estatutos de la «Liga Filipina», se decidió á volver á su país. Des-


    de que se unan á la defensa de sus hermanos y sigan el ejemplo del partido que regenera á España, damos completa publicidad al caso y nos cuidaremos de que lo atiendan lo más pronto posible.»
    Damos este documento á titulo de información. Contiene evidentes exageraciones y alguna inexactitud. — Hemos poseido un ejemplar, hoy existente en la Biblioteca de la Compañía de Tabacos de Filipinas.

  1. Consta así en varias declaraciones depuestas por los procesados cuando estalló el Katipunan, y señaladamente en la de José Dizón, el 23 de Septiembre de 1896. Esta, y otras muchas de gran importancia, pueden consultarse en los Documentos políticos de actualidad, publicados por W. E. Retana en su Archivo, tomos III y IV: Madrid, 1897 y 1898.
  2. Declaración del propio Luna, Archivo citado, tomo III, pág. 281.
  3. Muchas fueron las frases, y muchos también los hechos que se atribuyeron á Despujol sin visos de certeza. La tendencia de los que desde Filipinas informaban á los que en España escribíamos de cosas de aquel país, era presentarnos á Despujol como un hombre caballeroso, justiciero, etc., pero chiflado, terco, pedantón, con la manía de que no necesitaba inspiraciones de nadie, y mucho menos de frailes, á los que había dicho jocosamente:— «Yo me lo sé todo; yo soy un diablillo suelto.» — Aquí en España, de todos estos infundios sacóse gran partido, y se ridiculizó á Despujol horriblemente. Baste decir que en Madrid se fundó un semanario satírico, exclusivamente para zaherirle, que llevó por título, durante su efímera existencia, El Diablillo suelto. La crítica después ha rectificado, como lo ha hecho en otras mil cosas relativas á Filipinas: Despujol, que personifica como nadie la dignidad personal, fue un equivocado, pero no un chiflado. Y de su nada vulgar talento, antes y después de su mando en Filipinas, existen abundantes pruebas. Faltóle sagacidad; sobróle buena fe, acaso por su excesivo fondo caballeresco.