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W. E. RETANA

Rizal, hasta que vuelve á Manila en 1892, tiene una aureola que le ennoblece, que le agiganta, que hace de su personalidad algo sagrado. El gran soñador templaba por sí mismo y en sí mismo los rigores del infortunio, las crudezas de la adversidad… Nos le forjábamos un asceta estudioso, una virtud con algo de extraterrena. Dejaba de ser filósofo para ser sólo poeta; dejaba de ser poeta para ser sólo filósofo. Circundábale nimbo tolstoiano… Y ahora le vemos otro: el místico lirista se convierte en trabajador en prosa; el pendant de Tolstoi se convierte ¡en un pendant de Becerra! ¿Prestó, con ello, mayor servicio á la Causa? Quizás… Pero su figura pierde. Rizal significaba Idea, Inspiración, Alma. Después del monipodio de la noche del 26 de Junio de 1892, Idea, Inspiración, Alma, se funden, se transforman y surge algo material, que sólo por este hecho desmerece: Acción. Ya Rizal no predica en libros y papeles, en poesía dolorosa, iluminado por la visión fantástica de su país remoto; ahora predica verbalmente y en prosa común, y aquella visión no le ilumina: hállase en su país, lleno de sol; pero la luz radiante le ofende: trabaja en la sombra. Ya no es Tolstoi; ¡es Becerra![1].

Rizal continuó febril la propaganda en provincias: «Trasladóse á Bulacán, de aquí á Malolos, y de este pueblo fuése á recorrer al-


  1. Á esta exclamación opone el Sr. Santos la siguiente nota, que la imparcialidad nos mueve á reproducir:
    «Rizal, al constituir la Liga, no deja de ser Tolstoy para ser Becerra; dejó de ser Tolstoy, sí, pero para ser un héroe, un Jesucristo de su raza; así fué consagrado por la leyenda popular. La Liga fué la causa ocasional para que fuese realidad aquel deseo suyo: manumitir su raza á costa de su vida, pensamiento expresado de mil maneras en sus obras, y de manera solemne, que no admite duda, en los documentos ya citados, que Rizal depositó en manos del Dr. Lorenzo Pereyra Marques [véase la nota 276], de Macao, y que se conocen como su testamento político. — Jesús era Dios, y no se contentó con predicar, sino que fundó su Ecclesia, creando una especie de intermediarios entre El y la opinión, á quienes les explicaba el sentido de algunas parábolas, indeciso y oscuro para el vulgo, y les decía: Lo que os digo de noche, decidlo á la luz del día, y lo que os digo al oído predicadlo desde los terrados. Así el misterio de que se habia rodeado su persona y sus obras mientras vivía, solamente fué revelado al mundo después de su muerte. — Los monipodios no empequeñecen á los héroes, si ellos están llenos de espíritu de verdad, y no de mentira, de banderia ó de secta.»
    La leyenda popular, en efecto, compara hoy á Rizal con Jesucristo, y así lo ha expresado algún poeta:

    «Pero la gloria tuya indiscutida,
    la proeza mayor que en ti se ha visto,
    es haber renovado con tu vida
    la leyenda de Budha y Jesucristo.»

    Poesía intitulada Al Mártir Filipino, por Cecilio Apóstol, leída en la velada del 30 de Diciembre de 1905, en el teatro Zorrilla, de Manila, y publicada en El Renacimiento del 2 de Enero de 1906.