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W. E. RETANA

genio y era á la vez muy discreto. Sorteaba con fina habilidad las redadas que le tendían los jesuitas. Rizal, por cuanto había dejado de ser católico, no iba jamás á misa; pero procuraba no atacar la piedad de los creyentes. Un día, el Párroco misionero, P. Obach, le pidió personalmente que contribuyese con algún recurso al pintacasi (fiesta) que se preparaba en obsequio de San Roque, patrón de la barriada más principal de Dapitan.

—¡Pero, Padre! —exclamó Rizal,— ¿cómo quiere vuestra reverencia que yo contribuya al sostenimiento de un rival? El día que San Roque lo haga todo, yo, como médico, ¡estoy de sobra en el mundo!

Y no dió un céntimo para la fiesta del Santo.

Queda dicho que Rizal no cobraba á nadie como médico, si era del pueblo. Pero si iba algún extranjero á consultarle, y fueron varios, cobrábales en relación de sus medios de fortuna; dinero que consagraba íntegramente á algo que redundase en beneficio del pueblo. Fué un inglés rico á consultarle: Rizal le extrajo la catarata, y le puso de cuenta 500 duros, que el inglés pagó gustoso. Esos 500 duros los dedicó Rizal á dotar á Dapitan de alumbrado público, que no lo tenía. En el camarín frontero de su casa estableció un hospital, donde todo corría de su cuenta… En el pueblo le adoraban y reverenciaban. «¡El Doctor Rizal!», proferían todos, con gran respeto, viéndole pasar: y se descubrían é inclinaban… Saludábanle los del país con mayores reverencias que al Comandante y al Párraco. Por lo mismo que siendo indio puro, gozaba fama de sabio aun entre los europeos, los indígenas le conceptuaban algo extraterreno; tanto más digno de admiración cuanto mayor era su filantropía. ¿Cómo no habían de adorarle, si era un segundo padre de todos los chiquillos desamparados que hallaba? Amén de instruirles en el arte de cazar insectos, conchas, etc., se los llevaba a su casa, los daba de comer, los vestía y aseaba, y ponía sus ansias de caridad en el extremo de enseñarles castellano, inglés, francés y alemán. Á los más aventajados, á los que sabían el nombre de una misma cosa en mayor número de idiomas, los recompensaba con algo extraordinario, una baratija, una chuchería, con lo que avivaba la emulación de los restantes, y así, era raro el golfillo que no se afanaba por aprender y ser un muchacho útil. Acabó en pedagogo, como se desprende de algunas de las cartas que escribiera por los años de 95 y de 96 á su familia. De los chicos valióse asimismo para ejecutar un dique de mampostería que sirvió para conducir el agua, desde una cascada, á la casa que había él levantado en el sitio denominado Talísay, próximo á la cabecera de Dapitan.

Pero no interrumpamos la cronología, á la cual venimos sujetando las noticias. Por Noviembre de 1893, D. José Martos O'Neale, alto