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W. EN RETANA

»El Dr. D. José Rizal Mercado, que debe cuanto es á España[1], ya que en las aulas de sus Universidades cursó la carrera de Medicina[2], es una de las principales figuras, si no la principal figura, del actual movimiento[3].

»El Fiscal, cumpliendo con las obligaciones de su cargo, ha hecho un estudio detenido [¡?] de la persona de Rizal[4], y ha podido convencerse, como seguramente se convencerá el Consejo [¡seguramente!] de que su constante ideal, sus trabajos nunca interrumpidos[5], la única ilusión de su vida, ha sido en este perpetuo [¡?] agitador [?] del elemento indígena, el conseguir, empleando para ello toda clase de medios [¡?], la independencia de Filipinas[6].

»En 1879 y contando apenas diez y nueve años, aparece Rizal por primera vez en público, asistiendo á un certamen literario celebrado en esta capital, y en el que consiguió premio [primer premio] por una oda en la que ya dejaba traslucir su manera de pensar en la cuestión


  1. Debíalo á su inteligencia y á su amor al estudio. Nadie es responsable del lugar en que nace. Por lo demás, si es cierto que Rizal aprendió mucho en Filipinas y en España, aprendió mucho también en Francia, en Alemania, en Inglaterra, en Bélgica, etc.
  2. Y la de Filosofía y Letras, con casi todas las notas de sobresaliente y más de un premio de honor, en reñida oposición con los estudiantes españoles. Esto, como tantas otras cosas esenciales, lo ignoraba el Sr. Alcocer; el cual, sin embargo, no vacila en afirmar, algo más adelante, que había hecho «un estudio detenido (¡no digo nada si llega á hacerlo á la ligera!) de la persona de Rizal».
  3. Movimiento en el que Rizal no tuvo la menor parte; lo condenó antes de que se iniciara, y, ya iniciado, continuó condenándolo.
  4. Si el Sr. Alcocer, que vive, lee el presente trabajo, convenceráse de que no fué tan detenido el estudio que hizo de la persona de Rizal. ¡Ojalá lo hubiera hecho!
  5. El colmo de la acusación! Nadie ha podido presentar una prueba, ¡una sola!, de que Rizal hiciese el menor trabajo politico desde el 7 de Julio de 1892 hasta el día en que le acusaba el Sr. Fiscal.
  6. Que en el fondo del alma de Rizal hubiera una aspiración á la Independencia, aspiración que, sobre ser propia de todo colono, derivábase de su odio al régimen frailesco (la peor de las tiranías) que regia en su país, nadie debe dudarlo. Pero el acariciar ese ideal, ¿merece la última pena? En la Historia de España, que los filipinos aprendían, las páginas más gloriosas son aquellas en que se ve á los españoles luchar por su independencia: y Covadonga evoca una epopeya, y Granada otra, y otra Gerona, y otra Zaragoza… ¿Y por qué los filipinos no habían de, por lo menos, acariciar aspiraciones semejantes? ¿No tenían el ejemplo en la propia historia de la Madre patria? Por lo demás, Rizal había aprendido, en España precisamente, el aforismo de que las libertades no se mendigan, se conquistan, si es preciso con las armas en la mano; ¡y él quería conquistarlas con la instrucción, con la cultura social, con el fomento de los intereses materiales!… Tales fueron las armas que empleó hasta Julio de 1892; porque después no empleó ninguna. Rizal, el perpetuo agitador, era el sér más pacífico de la tierra.