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vedle á entrar en el camino honesto que ha perdido, y del que se ha apartado. Pero si vuestros cuidados son inútiles, y él se obstina en querer perderse, abandonadle, y no os hagais ridículo por vuestra vana importunidad.
CLXVI.
Perdonad, ó mas bien disimulad, las pequeñas faltas: elevad á los honores públicos, y á los grandes empleos á los hombres de una sabiduría experimentada. ¿No conoceis sino uno solo de esta clase? elevad á éste; bien presto os hará conocer otros.
CLXVII.
Si un hombre se ha deshecho por estudios obstinados, y sin embargo de ello no es apropósito para los negocios, no ha hecho otra cosa que consumirse en un trabajo superfluo é infructuoso.
CLXVIII.
Los antiguos dixeron: que un Príncipe virtuoso gobierna por sí mismo: que sus succesores le imiten, y podrán en menos de un siglo atraer los malos á la virtud, suavizar los hombres crueles, contener los subditos con el amor, y hacer el rigor inútil. ¡Quan sensata es esta máxîma de los antiguos!
CLXIX.
¿A un Soberano que él mismo cultive la virtud, le costará