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trabajo el escoger Magistrados virtuosos? Pero si abandona la virtud, ¿cómo podrá hacer que los demás la practiquen?
CLXX.
Un Príncipe bien persuadido de lo dificil que es el reynar, no se dormirá sobre el Trono, y aplicará todos sus cuidados para merecer y conservar el amor de sus vasallos. En estas pocas palabras está encerrada la obligacion de un Rey.
CLXXI.
Yo no deseo reynar, dice el proverbio; pero si yo fuera Rey, quisiera que se observáran las leyes. Este proverbio está lleno de juicio. Si las leyes son buenas, si concuerdan con la equidad, y nadie osa el infringirlas, ¿no será dichosa la nacion? Pero si son viciosas, si repugnan á la razon y á la justicia, si son contrarias á las ventajas de los vasallos, y nadie se opone á ello, porque nadie osa instruir al Soberano; veréis al Estado inclinarse hácia su ruina. No oponerse al mal, es la pérdida de los Imperios; y no oponerse al bien, su apoyo.
CLXXIL.
Gobernad de manera que los que están junto á vos vivan felices, y que los que están lejos vengan á someterse á vuestras leyes.
CLXXIII.
Evita dos cosas si quieres go-