Ni á su correr violento
Sentiréis cual retiembla el pavimiento;
Ni en tanto ruido y vanos esplendores
Sentiréis a algazara
De una plebe indigente y caprichosa.
Tras la sombra del bien corriendo avara.
Pero en cambio os espera,
Libres de odio, y rencor, en cada día
Una escena más grata y majestuosa,
Cuando dejando el perezoso lecho,
Tranquilos observéis la paz hermosa
Del sol, que se alza ya por el Oriente;
Cuando oigáis de las aves la armonía
Con que el astro naciente
Saludan con mil trinos á porfía;
Cuando aspiréis gozosos
El aura matinal llena de vida,
Y la yerba mullida
Una alfombra os presente de esmeralda
Con las perlas del alba enriquecida.
Esos feraces llanos,
Que el cielo os concedió, serán cubiertos
Después por vuestras manos
De mil bosques sombríos, silenciosos
Al par de vuestros hijos
Crecerán los frondosos
Árboles corpulentos,
Que con su sombra amiga
Suave frescor os den, cuando sus rayos
Lanzando Febo, al orbe más fatiga
¡Cuán misterioso asilo.
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Vidas de argentinos ilustres.