Varo, Polion, Mecénas, y por éstos las del mismo Octavio, fuente para él de los más dulces goces de la inteligencia y del corazon, así como de la paz y bienestar de que disfrutó toda su vida; por último, bastaba que fuesen sus primeras obras para que les tuviese particular cariño; achaque común á todos los autores, como á todos los padres.
La fecha aproximada de cada una de las Eglogas nos es perfectamente conocida, por su propio contexto, salva una excepcion, que es la VII (Melibeo); pero áun, á falta de ese dato, ó suponiendo que no estuviese tan claro como quieren los comentadores, todavía basta á demostrar la prioridad de esas composiciones sobre las demás de Virgilio, el testimonio unánime de los más antiguos y autorizados intérpretes. Un afamado gramático, Pomponio, que vivió en tiempo de Tiberio, dice que Virgilio empezó á escribir las Eglogas á los veintitres años. Probo, que vivió en tiempo de Neron, y Asconio Pediano, que floreció en el de Vespasiano, suponen que las compuso á los veintiocho, á cuyo parecer se arrima Servio, gramático ilustre del siglo V, y el más diligente de los antiguos escoliadores de nuestro poeta: Servio dice que las escribió á los veintinueve, concordando todos con la más que dudosa autoridad de su biógrafo Donato, en que las concluyó en tres años. Hoy es opinion generalmente admitida que empezó á escribirlas el año 710 de Roma, es decir, á los veintiseis de su edad, y que compuso la última en el de 717, tardando, por consiguiente, en la composicion de todas siete años.
Sabido es que en ellas se propuso Virgilio imitar al poeta siciliano Teócrito, nacido en Siracusa, y griego de orígen, cuyos idilios, compuestos en la lengua de Homero unos tres siglos ántes de Jesucristo, siguió muy de cerca, y áun tradujo á veces casi literalmente. Teócrito pasa por el gran maestro y fundador de la poesía bucólica; pero no hay para qué decir, pues es cosa de nadie ignorada, que la gloria de Virgilio ha acabado por eclipsar la suya en términos que sólo dura ya como un reflejo, por decirlo así, de la del gran poeta latino. Tarea muy prolija sería ir señalando todas las imitaciones de Teócrito que á cada paso ofrecen las Eglogas: otros lo han hecho con exquisita diligencia, en especial D. Félix M. Hidalgo, en la apreciable traduccion en verso que de ellas publicó en Sevilla (1829), y como me propongo descartar de mi trabajo cuanto pertenece á lo que yo llamaria la erudicion fácil,