Página:Voz del desierto (1907).djvu/101

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 97 —

para hundirse en el lecho ferruginoso del cauce.

Y allá, incrustadas en diminutas cordilleras de limo, las sorprende el minero.

Desde entonces son ya moléculas de convencional felicidad humana, sin que por eso dejen de seguir más tarde arrastrándose entre el lodo y el hierro, entre la mano y el cerrojo, entre la sangre y el puñal.

Pero esta recriminación no viene al caso.

De esos manejos proditorios de los hombres la quebradita es inocente.

Dios sabe que, si ella presintiese las violencias del cuño sobre el oro en la casa de moneda, jamás lo despertaría del sueño funeral.

Ella extiende por aquellas soledades la blancura de su cuerpo, con ansia de vida libre y melodiosa.

Congelada habría permanecido por siglos en su torreón de nieve, si hasta el desierto neuqueniano hubiesen alcanzado las detonaciones y lamentos del Transvaal.

Soñó en el oro con ilusiones de vida y de belleza.

Creyendo filtrarse en el misterio de la sen

desierto.—7