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El intrépido explorador salesiano, presbítero Lino Carvajal, quien acaba de realizar al Domuyo la más completa de las ascensiones hechas hasta ahora, confirmará en su próximo libro los puntos esenciales de esta leyenda. Ignoro cómo habrá de interpretarlos. Sociológicamente considerados, no le será difícil hallar similares en las más refinadas mitologías.

Como quiera que sea, erudición y ciencia aparte, yo me complazco en fingir que un remoto poeta neuqueniano simbolizó en estas tradiciones algún cataclismo inmemorial.

Digo, pues, que la ardorosa roca primitiva, hoy la «Mujer Quemada», habló al soñador indio de este modo: —Llegó un tiempo en que yo tuve celos de la nieve.

Desde que esta joven blanca y sin pudores apareció por la comarca, las caricias del sol para mí fueron muy otras: mi viejo amante tenía con la recién llegada juegos de audacia inconcebible: ¡Llegaba hasta besarla en la nuca!

Y la muy descocada, sin dar muestras de