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De allí en adelante no llora más espumas: sus gritos de terror se tornan en risueña barcarola: dáse á ondear voluptuosa por la suave pendiente de terciopelos perfumados, y apenas si el aire cristalino de los glaciares le eriza el cutis con su dardear de irisaciones.

Su ideal de bienandanza no dura mucho rato.

Entre ella y la posesión de esas pampas anheladas, se interpone de repente la prueba del esfuerzo, la prueba del abismo.

Más acá de la frontera protocolaria está la frontera de la realidad. Para salvar el límite geográfico apenas si ha necesitado levantarse un momento los encajes de su falda; más, para el salto de un pueblo á otro, para el salto de una nueva adaptación, le es preciso destrozarse las carnes y desgarrarse el corazón.

Un momento se detiene á contemplar el despeñadero que se abre á sus pies verticalmente. En el fondo duerme lo desconocido, con su dentada boca de obscuridades muy abierta. Pugna en vano por retroceder; sus aguas, gorgoteando sílabas de espanto, se