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Los mil brazos que abre para recibir la posesión volcánica, siempre están dispuestos á hundirse en las redomas incandescentes de esa farmacia, para salir colmados de ampollitas de salud y vesículas lustrales.

Sus dedos marfilinos, cuando ya no tienen cicatrices que zurcir, dan un retoque artístico al enfermo: ó con pinceles invisibles le pintan rozagancia carmínea en las mejillas, ó en arpas de cristal le tocan al oído romanzas de juventud.

Cuando su presencia no se necesita entre las termas, victoriosa del esfuerzo y rica en merecimientos, sigue su descenso hacia los valles argentinos.

Es verdad que al tirarse á descansar en la laguna de Trolope, su tez va más trigueña y su virginidad ya no albea; mas, lleva en cambio vigor germinal entre sus átomos.

En su viaje al Atlántico recibe el beso acidulado del río Agrio, y sigue ejercitando sus pinceles en las flores de la ribera y destilando sus filtros de savia en las raíces.

Allá en las pampas, donde reverbera prepotencia el sol de mayo, cuando el toro sen-