Página:Voz del desierto (1907).djvu/187

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sual sale á besarla, ella le dice al oído la fórmula cabalística de la vida pujante.

Y fué de manera que una noche, cuando, ya familiarizada con las insolencias del Océano retozaba vocinglera con las anclas, se asombró de que el hierro de las naves guerreras no haga lo que ella con el de Copahue: refundirlo en las arterias de la vida.

Y empinándose sobre la ola amarga, tiró rosas de espuma al pecho de los cañones, que, con su boca abierta, hacían el signo de la nada al cielo, y en acento de dulzura díjoles: —Estáis perdiendo lastimosamente el tiem po con vuestra actitud amenazante. Nuestra Señora la frontera está tranquila. Ha poco que ordenó en todas sus almenas de granito desmontar su artillería, apagar sus penachos, regar el azúcar de la paz sobre las arenas de la lid, y repasar sobre la sierpe de las lindes el rastrillo de la fraternidad. Mandó también abrir hacia las corrientes de la vida los hornos de fundición donde se templaban máquinas de muerte.