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En él lo conocimos.En el trayecto de Chos—Mabal á Ñorquín, es forzoso allegarse á su morada.

De las llanuras de Taquimilán se ascienden fatigosamente los estribos de la Cordillera fronteriza, hasta llegar á las serranías de Ranquilón.

Al terminar la ascensión de esos repechos, la casa del sargento es grato refugio indispensable.

La vista se refresca en las remotas hondonadas grises de la lejanía, donde las nubes, echadas sobre los armiños de los Andes, simulan adormecidas manadas de osos blanCOS.

El pulmón se hincha de aire abrillantado entre la nieve y perfumado entre romeros y tomillos; y en la sangre se sienten extraños cosquilleos de iris solar, que clavan agujillas de ensueño en el espíritu.

Ese es el estado de ánimo que el sargento Juárez aprovecha para hacer sus apariciones patriarcales á la vera del camino, invitando al refrigerio.

Cuando ha instalado al viajero en los corredores de su casa, con amplia vista hacia