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cuando, después de copiar los perfiles de una persona, dicen: Fulano de tal.

Yo he creído siempre que los cadáveres deben reirse interiormente de los ilustres profesores, cuando éstos en las mesas anatómicas enseñan á sus discípulos los límites y encrucijadas de los territorios humanos.

Con ese criterio tan bárbaro, de no dar á las cosas más dimensiones de las que perciben las pupilas, el sol no debería ser más grande que un queso de Tafi.

De ahí que los códigos penales sean en todas partes un monumento de oprobio. Al enumerar los delitos contra las personas omiten los más graves. Castigan, por ejemplo, una puñalada en el estómago, herida relativamente leve; y, en cambio, dejan impunes las agresiones más inicuas contra los órganos más finos de nuestra sensibilidad.

—¡Ah! si—le dije,—los ataques contra la reputación de la honra...

—No me entiende; yo no hablo de esas convenciones sociales; ni mucho menos del célebre sofisma de la personalidad. No me confunda usted con los espiritualistas, idealistas y demás de la patraña declamadora.