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Yo hablo de nuestros cuerpos físicos, materiales, mortales. Todo el mundo es víctima. Vivimos entre jueces y gendarmes, y, sin embargo, no hay quien no esté herido gravemente. A la cárcel no van sino los infelices malhechores que nos atacan en la carne; ¡fijese bien! en la carne: en la parte más pequeña é insensible de nuestro cuerpo...

Los grandes asesinos andan sueltos...

Debió observar mi creciente alarma entre ese laberinto de paradojas sin clave, porque se apresuró á decirme: —Créame usted; nosotros somos muy extensos. Nuestro cuerpo no termina en la epidermis. Nuestros contornos visibles no encierran sino una pequeña célula de nuestro organismo. Lo más noble y delicado de nuestro cuerpo es lo invisible, lo aéreo, lo radiante. Cada persona tiene un circuito fluído más ó menos extenso según el grado de cultura adquirida ó heredada. En la carne se