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Las mesetas que la coronan tienen al pie la población y dominan, por un lado la confluencia de los ríos, y por otro las remotas resolanas, donde los borregos de los arreboles retozan breve rato antes de que la sombra los encierre en su redil.

En los perfiles de sus rocas persisten los gestos del cataclismo inmemorial, con variedad de fantasmas y torreones sugerentes de epopeyas sin cantor.

Al extraer de allí piedra de Hamburgo para la edificación, se han descubierto minerales y fósiles que hacen el recreo de los paseantes.

Las célebres violetas de los Andes, los lirios bárbaros, el liquen y la grama, perfuman ese inmenso balcón de los crepúsculos; que así podría llamarse esa colina deliciosa, de donde cada tarde se divisa hacia el poniente la fumigación suave del sol en los plumones flotantes de las nieblas, ó su crudo reguero de colores sobre los huracanes del cristal evaporado en los glaciares andinos.

En la época á que me refiero, las manza-