Página:Voz del desierto (1907).djvu/251

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 247 —

cerar las carnes y vapulear los espíritus de los que no sabemos comprenderlo.

Vanos los amuletos contra la influencia del prójimo, inútil el brebaje multicolor de las farmacias, superfluos los reproches contra la mala suerte, pueriles nuestras quejas: todo estéril y absurdo, mientras no principiemos por aprender á respirar.

Si los que han muerto de asfixia pudiesen revivir, nos revelarían algo que ya debieramos saber: que ninguno de los placeres de la vida es tan hondo y tan fino como el de la respiración.

El día en que seamos conscientes, no dará un salto el corazón sin que gocemos la delicia profunda de ese ritmo.

Hoy sólo los agónicos se dan cuenta, ¡oh muy tarde! de ese suave deleite.

Cuando haya tantos bebedores de azul, como los hay de cerveza, principiará la redención humana.

Entonces gozaremos el prodigio de ver brillar el sol en nuestras venas.

Y así como ahora, en las noches de verano nos refrescamos el alma con manojos de