Página:Voz del desierto (1907).djvu/27

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 23 —

cos no figure aún la prescripción: «no ver avisos».

Cuando tal ocurra, que será muy pronto, parajes como ese del Neuquén á que aludía, serán muy frecuentados. Allí torna uno á ser humano, porque no hay avisos.

Esta digresión no tenía más objeto que excusarme por la vellemencia de un recuerdo tan nimio en apariencia, pero tan raro y dulce: el olor recóndito, el olor profundo, el verdadero olor á agua.

Ya adivino la sonrisa de los que no hayan experimentado los trances de la vida primitiva. Esos ignorarán siempre la Biblia. Bien capaces serían de concebir el Paraíso, no con fuente armoniosa, pero, sí, con bar inglés.

Tengo profunda lástima por los que nunca han conocido el agua viva y sana, sino mucho después de fallecida, ya putrefacta, descompuesta, sin sol, sin brillo, amortajada en ataúdes de cristal, fría y exánime bajo mentidos epitafios.

El agua de las ciudades, esa momia objeto del comercio, es un cadáver ponzoñoso que en sí lleva el castigo de la profanación.

Cuando se la arranca de su vertiente ó de