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Y es en esa hora de la cordillera, cuando los escultores debían ir á descubrir líneas potentes y á sorprender, para transmitir á sus estatuas, el gesto auténtico que la eternidad hace á la vida.

En los perfiles del volcán «Antuco»», por ejemplo, sorprenderian el secreto artístico de la suavidad en la grandeza.

En el cráter desgarrado del «Copahue», encontrarían cuevas dolorosas para todas las tragedias.

En las jorobas joco—sublimes del «Domuyo», copiarían líneas inéditas para esculpir la tristeza enorme de los grandes en las soledades de la altura, y las humillaciones de la fuerza bruta ante las agilidades de la gracia azul.

Desde la cumbre del «Tromen» verían en el curso del río Neuquén la majestuosa ondulación de la libertad en el desierto.

En los repechos de Ñorquín á Trolope, se asombrarían mil años entre el laberinto de escoriales, que más parece selva milenaria de encinas petrificadas en un momento de huracán.

Es incalculable el movimiento contenido