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Ese retorno á la vida primitiva que nosotros llamamos regresión, es para ellos redención, ascensión.

Son los rebeldes, los altivos iniciadores de la reconquista.

Oprobio sienten por sus prójimos serviles: por esos epicureos de la ciudad que arrastran coches opulentos, y por esos lechuguinos y afeminados efebos del hipódromo, que persiguen la estéril celebridad de los juglares.

Las corvetas amaneradas de los inconscientes mutilados les inspiran desprecio.

Los eunucos del pesebre, los que en su escarceo remedan las afectaciones femeniles de su dueño, á esos la vergüenza de la raza.

Renuncian á su estirpe, olvidan su abolengo, cuando se dejan regañar por los lacayos.

¡Y eso de permitir que el roce enervante de la almohaza les profane los ijares!

¡Y eso de ahogar en grasa los resortes del brío!

¡Y salir á la calle con arneses dorados y cascabeles funambulescos!

¡Y el látigo... ¡Y el látigo!... La cobardía