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cascos, que no cometan la iniquidad de someterlos á ese grillete de las herraduras.

Eso lo hacen para interrumpirles la comunicación con los flúidos libres de la vida, para embotarles su sensibilidad tactil, para que no pongan demasiado cariño en la suavidad de la pradera.

Pero ellos han probado que, cuando las libertades piden cancha, los herretes de la ley ponen rosas de ira entre la carne, y no hay soga de reata que resista el arranque.

Cuando los baguales fugitivos escapan de la primera pesquisa, buscan las serranías inexploradas. Allí relinchan por primera vez á pulmón lleno, con timbre ufano de soberanía; de allí dominan hacia todos lados el confín, husmean el olor de agua, empluman la cola, enarcan la cerviz y se disparan como sagitarios tras las brisas reveladoras de abrevaderos inéditos.

No temen la soledad, porque nacieron para ser libres; ni la inmensidad los desorienta,