Página:Voz del desierto (1907).djvu/44

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 40 —

nos de los zorros, el trote de los avestruces, el canto de los zorzales, el zarpeo lejano de las quebradas, el alarido del huracán entre las rocas, el sedeño roce de las brisas en los sauces, todos esos rumores del desierto les requintan los arcos motores de su vigor cerril. Hasta la fugaz proyección resbaladiza de una nube sobre el cesped, les riza la seda sensible de su serenidad.

Viven alerta, como deben vivir los pueblos libres.

Esos emperadores de la soledad son opulentos. Es verdad que renuncian al aplauso del guante blanco, á la aceitosa caricia escuderil, á la proximidad excitante de las faldas de seda, al ensueño dorado por la luz de los palacios: pero, en cambio, los aplauden las aves campesinas, y los acarician los raudales, y se revuelcan entre flores, y sus párpados se hipnotizan con la reverberación de las estrellas en el cristal infinito de los Andes.

Su amor es libre y pleno; no el trunco y reglamentado de la ciudad, donde una mano bárbara lo sofrena cuando piafa anhelante, sino el amor del campo, donde la crin izada