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cuál se retorcian de angustia y de dolores lacerantes muchas existencias agonizando en plena juventud.

Llegó un momento en que se vió rodeado de cadáveres.

Y como tenía que permanecer mudo, inmóvil, sin el recurso de su revólver para contrarrestar esa catástrofe, se limitó á observar todos los detalles del cuadro.

La primera muerte que presenció fué rápida, alevosa. La víctima era un joven alegre y vivaracho. Vestía un sencillo traje verdemar. En su rostro pálido de adolescente resaltaba el azabache de sus ojitos brillantes.

Una vieja flaca, embozada en una mantilla negra y raída que la cubría hasta los pies, fué la que le dió en silencio una puñalada en el vientre.

El joven cayó de espaldas, estiró los brazos hacia la luz en ademán de auxilio y expiró arrebatado por la horrible avispa que se fué volando.

Atraído por un clavel que bermejeaba en la tela de la pantalla, llegóse á la luz un mocetón antófago, goloso y muy bien puesto,