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—tejiendo con luz y floración de nieve sus encajes.

Y los silfos, despeñándose en los ventisqueros, con sus flautines ya endulzados en las flores silvestres, rondarán en torno á esos conventos, se luciendo á las Auras para el viaje de amor.

Duro trance es casi siempre el del viajero cuando se acerca al boquerón en que la cordillera abre paso hacia la región del oro.

Si no acierta á cortar el vendaval con el pecho del caballo, éste gira hacia atrás como veleta.

A trechos se encuentran montoncitos de piedra en torno á cruces de madera, señalando las tumbas de los incautos mineros, derribados por el huracán y amortajadospor la nieve.

El mejor sistema para capear el temporal, parece ser el que se me aconsejó por un experto: hincar el espolín en los ijares del caballo, y galopar á toda rienda, abrazado al