Página:Voz del desierto (1907).djvu/69

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bla, cegado por una arrumazón estrepitosa: es que se han encontrado dos corrientes rivales, que luchan hasta destrozarse, con aletear enérgico de cóndores.

Allá, en la parte marmorea del palacio, son de ver las fugas virginales: O las auras que al escaparse del ventisquero, levantan una nubecilla de pétalos nevados, como si huyese de un prado de lises una parvada de palomas; ó es que una brisa grácil, al saltar con un céfiro, sugiere esos remolinos de encajes, que dibuja el zapato blanco de una virgen, al dar una vuelta rápida de valse.

El buen viejo Trómen, cerrajero sempiterno, debe ser el Vulcano de este Olimpo.

A ėl debe tener Eolo confiado su jardín de rosas. Esos suntuosos pabellones de cristal fulgente, techumbre son del gran invernadero.

Caldeadas por el fuego subterráneo, modeladas por un cincel de llamas, doradas al rescoldo de cuarzos ignescentes, nacaradas por el buril de las estrellas, purificadas por el llanto del hielo, pulidas por el dedo perfumado de la brisa: allá deben temblar en el

desierto.—5