Página:Voz del desierto (1907).djvu/78

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 74 —

Efectivamente: Las tales colinas de oro de Milla Michicó, son el sitio más adecuado que conozco para dejar allí los huesos, á imperial usanza antigua: entre cavernas de oro.

Los guijarros desprendidos bajo los cascos del caballo, chocaban con otros en su curso, lo cual producía allá abajo en el abismo, un lacerante crujido de hosamenta, poco tranquilizador para la mía.

Ni el más aurívoro de los israelitas creo que envidie situación como esa.

No siendo uno Atahualpa, ni oh, ¡San Martín súbdito de Pizarro, para qué morir de esa manera?

A ese ruido de las piedras rodadas se unían el profundo gimoteo de la quebrada Milla Michicó, en el fondo, y el lejano bramido del río Neuquén.

La bóveda del cielo no era sino la techumbre de una gran carbonería.

Como taifa de brujas, las ráfagas pasaban por momentos tirándome piedrecitas al rostroy fingiendo diabólica rechifla en los filos de pizarra.

Si un nubarrón viajero rascaba un fósfo-