abiertas en la roca para sepultar á sus príncipes, al reparo de los vientos conductores del gualicho.
En chenques viven todavía los mineros por allí.
Viven como chacales á la husma de cadaverinas cósmicas.
Viven hozando las tumbas de esas carnes áureas en que se momificaron las rubias primaveras primitivas.
Cuando eché pie á tierra, un suspiro de Chacay había ya despertado á varios mineros que, hacinados, dormían dentro de la cueva.
Bajo ponchos amarillentos y sucios, al fulgor convulsivo de las llamas, aquellos bultos, leones en su guarida y nó seres humanos parecían...
Con las botas casi entre las brasas, me sentė sobre una piedra á la entrada de la cripta.
Allí pude ver de cerca el cuadro.
Uno de los mineros se incorporó sobre el codo para examinarme.
Bajo el ala de su sombrero, calado hasta