Pedagogía social/Femineidad
El problema de los problemas — el de los sexos — no es, en el fondo, una cuestión de preponderancia ni de antagonismo, sino el problema de "la persona humana" considerada bajo su doble aspecto "masculino" y "femenino", aspectos tan importantes el uno como el otro, aunque esencialmente diferentes.
Y la unión de esos dos aspectos, lo "masculino" y lo "femenino", da a la generación su verdadera dignidad e importancia humana que la, distinguen de la reproducción animal propiamente dicha.
Por acentuación de los caracteres específicos, la "involución", lo conservador, lo estético, femenino, se objetiva al procrear; mientras que la "evolución", lo avanzado, lo dinámico, lo masculino, se subjetiva al idealizar. El hombre, al cultivar las ciencias, las artes, las letras, va creando idealmente tipos humanos cada vez más perfectos.
Lo ideal es a la evolución lo que la imaginación creadora es al artista: muéstrale la inspiración, en el miraje, la obra futura. Y la sola concepción de la belleza lo empuja a realizarla. Fouillée lo dice: "Las fuerzas en acción en el mundo o en nosotros, cualquiera que sea su naturaleza intrínseca, concluyen por concebirse en nuestra propia conciencia y, al concebirse, transformándose en ideas, juzgan lo real, lo modifican, se convierten en ideas-fuerzas".
Así, el hombre concibe idealmente el tipo evolucionado que la mujer realiza objetivándolo en el hijo. Y como la idea es fuerza que tiende en lo normal a realizarse, el hombre actual, al concebirse mejorado, no hace más que encauzar su energía para que realice, al objetivarse en acción, el tipo creado subjetivamente en ideal.
El papel de la mujer en la evolución es doble. En relación con su complemento sexual, la mujer representa en el universo la pasividad; pero, en cuando se trata de preservar o de defender los intereses de la raza, la mujer desarrolla una actividad prodigiosa.
¿A qué atribuir la inferioridad actual de la mujer?
A la herencia sexual. Como biológicamente es más débil, pues la maternidad significa para el sexo un sacrificio enorme de energías orgánicas y psíquicas, en tanto que en las relaciones universales predomine la fuerza sobre la razón, la mujer no podrá recibir como herencia sexual psíquica más que lo conquistado a pesar de su debilidad física.
Objetaráse, como actualmente se objeta en la América del Norte, que aun cuando la mujer disfrute de entera libertad para su desarrollo integral los resultados no corresponderán a sus esfuerzos. Pero el problema, así, está mal planteado. La herencia sexual acumulada en la mujer a través de tantas generaciones como cuenta la especie no puede ser contrarrestada individualmente en la evolución personal. Necesitaráse la acumulación de la causa: progreso individual continuado en varias generaciones para que la base orgánica de esa debilidad psíquica femenina, el cerebro del sexo, por decirlo así, evolucione progresivamente hasta equivaler al órgano mental del hombre.
Parecerá, que mientras el sexo femenino progrese el masculino deberá quedar estacionario para permitir el equilibrio. Absolutamente. Se reproducirá el fenómeno observado en nuestra América al asimilar la civilización europea. Implantado lo que costó milenios a sus legítimos poseedores, desarrollándose en estas tierras vírgenes con vigoroso impulso que promete equivaler en un futuro no muy lejano a la civilización engendradora, creando un tipo específico de alta cultura.
Las leyes de la imitación entrarán en juego si, con entera libertad, se ofrece a la psiquis femenina todas las oportunidades para su integral desarrollo. La emulación sexual hará, el resto en beneficio de la pareja humana. Y la función específica femenina, la maternidad, será el medio natural de impulso, de evolución, de ascensión moral e intelectual.
Recién la mujer, al sentirse madre, comprenderá que es su deber el nutrir a ese hijo en formación no sólo con aire puro, alimentos apropiados, el ejercicio necesario, sino que debe, esencialmente, moldear esa almita con tranquilidad de espíritu, con igualdad de carácter, con sana alegría, con esperanzas siempre renovadas; que debe evitar toda repercusión de desalientos, de sinsabores, de enojos, de crisis nerviosas.
Y así, bajo la influencia de la ley de amor, lo creado creará a su vez, mejorando el hijo a la madre.
Y esta solución del problema humano por excelencia hará triunfar una "democracia vital" más importante que la democracia política o industrial.