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Pensamientos (Rousseau 1824): 33

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SOCIEDAD CONYUGAL.


La relacion social de los sexos es admirable. De esta sociedad resulta una persona moral, de la cual la muger es la vista, y el hombre el brazo, pero con tal dependencia uno de otro, que la muger aprende del hombre lo que se necesita ver, y el hombre de la muger lo que se necesita hacer. Si la muger pudiese encumbrarse á los principios tan bien como el hombre, y este tuviese la inteligencia de los pormenores tan bien como ella, siempre independientes uno del otro vivirian en una eterna discordia, y no podria existir una sociedad. Pero en la armonía que reina entre ellos, todo tiende al fin comun, y no se sabe cual pone mas de su parte; cada uno sigue el impulso del otro, y ámbos son amos mutuamente.

El imperio de la muger es un imperio de dulzura, de maña y de complacencia: sus mandatos son caricias, sus amenazas son llantos; ella debe reinar en la casa como un ministro en el estado, haciendose mandar lo que quiera hacer. En este sentido, es constante que las mejores casas son aquellas en

que tiene mas autoridad la muger. Pero cuando esta desconoce la voz del gefe, quiere usurpar sus derechos, y mandar por sí misma, jamas resulta de este desórden otra cosa que miseria, escándalo y deshonor.

Yo solo conozco en los dos sexos dos clases realmente distintas, á saber: una de gentes que piensan, y otra de genetes que no piensan; y esta diferencia proviene casi únicamente de la educacion. Un hombre de la primera de estas dos clases no debe unirse á la otra, porque el mayor encanto de la sociedad falta á la suya, cuando teniendo una muger se vé reducido á pensar solo. Las gentes que pasan exactamente la vida entera en trabajar para vivir, no tienen otra idea que la de su trabajao ó de su interes, y todo su talento parece residir en el estremo de su brazo. Esta ignorancia no perjudica ni á la probidad, ni á las costumbres, y aun muchas veces las es útil; muchas veces se compone uno con sus deberes á fuerza de reflexionar, y se acaba por sustituir un lenguage oscuro, ó por mejor decir un fárrago, en lugar de las cosas. La conciencia es el mas ilustrado de los filósofos; no se necesitan saber los Oficios de Ciceron para ser hombre

de bien; y la muger mas honesta del mundo quizá es la que menos sabe lo que es honestidad. Pero no es menos cierto que un talento cultivado hace por sí solo el comercio agradable, y ese una cosa bien triste para un padre de familia que se complace en su casa, verse precisado á encerrarse en ella dentro de sí mismo, y no poder hacerse oir de nadie.

Por otra parte, ¿como educará á sus hijos una muger que no tiene el mas mínimo hábito de reflexionar? ¿Como distinguirá lo que les conviene? ¿Como los dispondrá á las virtudes que no conoce, ó al mérito de que ninguna idea tiene? No sabrá mas que adularlos ó amenazarlos, hacerlos insolentes ó timidos: hará de ellos unos monos adiestrados, ó unos pillos atolondrados; jamas buenos talentos, ni hijos amables.

No conviene pues á un hombre de educacion unirse á una muger que no la tenga, ni por consiguiente de un rango en que no podria tenerla; pero yo querria cien veces mejor una jóven sencilla y educada groseramente, que una erudita coqueta que viniese á establecer en mi casa un tribunal de literatura del que ella fuese la presidenta.

Una muger preciada de erudita es el azote de su marido, de sus hijos, de sus amigos, de sus criados; en una palabra, de todo el mundo. Poseida de la sublime elevacion de su grande ingenio, desprecia todos sus deberes de muger, y principia siempre por hacerse hombre, á la manera de la señorita de l’Enclos.* Por de fuera siempre es ridícula y justamente criticada, porque no puede uno dejar de serlo tan pronto como se sale de su estado, no siendo á propósito para el que se quiere tomar. Todas esas mugeres de grandes talentos jamas engañan sino á los necios: siempre se sabe cual es el artista ó el amigo que lleva la pluma ó el pincel cuando ellas trabajan; se sabe cual es el hombre discreto é instruido que las dicta en

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* Ana (conocida generalmente bajo el nombre de Mademoiselle Ninon de l’Enclos) fué una dama cortesana muy célebre del siglo de Luis XIV. Nació en Paris en 1615. Se distinguió por sus talentos, sus gracias y su filosofía. Su amor decidido á la libertad la impidió casarse jamas: inconstante en el amor, firme en la amistad, y escrupulosa en materia de probidad, murio en 17 de Octubre de 1706, dejando algunas obras suyas, como las Cartas, que, si no lo son, á lo menos pasan por tales. (Nota del traductor.) secreto sus oráculos. Toda esa charlatanería es indigna de una muger honesta; aun cuando tuviese verdaderos talentos, su vanidad y su orgullo los envilecerian: su dignidad consiste en ser ignorada, su gloria en la estimacion de su marido, y sus placeres en la felicidad de su familia.

La grande hermosura me parece mas digna de huirse que de buscarse en el matrimonio. La hermosura se gasta por la posesion; al cabo de seis semanas no es nada para el poseedor, pero sus peligros duran tanto como ella: una muger hermosa, á menos que no sea un ángel, hace á su marido el mas desgraciado de los hombres; y aun cuando fuese un ángel, ¿como estorbaria ella que sin cesar estuviese cercado de enemigos? Si la estrema fealdad no repugnase tanto, yo la preferiría á la estremada hermosura; porque una y otra siendo en poco tiempo nulas para el marido, la hermosura llega á ser un inconveniente, y la fealdad una ventaja; pero la fealdad, cuando llega á ser tanta que causa disgusto, es la mayor de las desgracias: este sentimiento, lejos de borrarse, se aumenta incesantemente, y se convierte en odio. Un matrimonio asi es un infierno, y

mas valdria morir que vivir unidos de este modo.

Deseemos en todo la medianía, sin esceptuar la misma hermosura. Una figura agradable que interese, que no inspire el amor sino la benevolencia, es la que se debe preferir: no hay un perjuicio para el marido, y sí una ventaja que se convierte en utilidad comun. Las gracias no se consumen como la hermosura: tienen vida, se renuevan sin cesar, y al cabo de treinta años de matrimonio una muger honesta que las posee, agrada á su marido como el primer dia.

La diversidad de fortuna y de estado se eclipsa y confunde en el matrimonio: de nada sirve para la felicidad; pero la del genio y del carácter permanece, y por ella es uno feliz ó desgraciado. El hijo que no se guia por otra regla que el amor, elige mal; el padre que no tiene mas regla que la opinion, elige aun peor.

¿Podemos acaso formarnos una suerte esclusiva en el matrimonio? ¿Los bienes y los males no son en él comunes á pesar de que la tengamos? ¿y los pesares que se dan uno á otro los casados, no recaen siempre sobre el que los causa?

La receta contra la tibieza del amor en el matrimonio es fácil y sencilla, á saber: continuar siendo amantes siendo esposos; los nudos que se quieren apretar mucho se rompen; he aquí lo que sucede en el matrimonio, cuando se quiere darle mas fuerza que la que debe tener. La fidelidad que impone a los dos esposos es el mas santo de todos los derechos, pero el poder que da á cada uno sobre el otro es demasiado: la violencia y el amor juntos se avienen muy mal, y el deleite no se manda; no sacia tanto la posesion como la sujecion. ¿Quieres ser amante de tu muger? Pues dejala que sea dueña de sí misma y tuya: sed amantes felices, pero respetuosos; obtenedlo todo del amor sin exigir nada del deber; jamas sean para vosotros los menores favores derechos sino gracias; acordaos siempre que el deleite no es legítimo ni aun en el matrimonio, sino cuando es comun el deseo.

No siempre es necesario el amor para formar un matrimonio feliz. La honestidad, la virtud, ciertas conveniencias, menos condiciones y edades que caracteres y genios, bastan entre dos esposos, lo que no impide que resulta de esta union una adhesion muy

tierna, que para no ser precisamente del amor, no es menos dulce, sin dejar por esto de ser mas durable. El amor se halla acompañado de una inquietud continua de celos ó de privacion poco conveniente al matrimonio, que es un estado de goce y de paz. Los esposos no se casan únicamente para pensar el uno en el otro, sino para desempeñar juntos los deberes de la vida civil, gobernar prudentemente su casa, y criar bien á sus hijos. Los amantes jamas ven otra cosa que á ellos mismo; no se ocupan continuamente sino de sí, y lo único que saben hacer, es amarse. Esto no es bastante para los esposos que tantos otros cuidados tienen que cumplir.

¿Hay en el mundo espectáculo tan tierno ni tan respetables como el de una madre de familia, rodeada de sus hijos, ordenando los quehaceres de sus criados, procurando á su marido una vida feliz, y gobernando prudentemente su casa? Allí es donde se muestra con toda la dignidad de una muger honesta: allí donde verdaderamente inspira respecto, y donde la belleza participa con honor de los homenages debidos á la virtud. Una casa cuya ama está ausente de ella, es un cuerpo

sin alma que muy pronto cae en la corrupcion; una muger fuera de su casa pierde su mayor lustre, y despojada de su verdadero ornato se muestra con indecencia.

No es solo interes de los esposos, sino tambien la causa comun de todos los hombres, el que no se altere la pureza del matrimonio. Cuando el hombre y la muger se unen por un vínculo solemne, interviene una obligación tácita de todo el género humano á respetar este vínculo sagrado, y á honrar en ellos la union conyugal; y esto á mi parecer es una razon muy fuerte contra los matrimonios clandestinos, que no manifestando ninguna señal de esta union esponen á algunos corazones inocentes á arder en una llama adúltera. El público sale en cierto modo garante de un contrato otorgado en su presencia, y puede decirse que el honor de una muger casta está bajo la especial proteccion de todas las gentes de bien; asi cualquiera que se atreve á corromperla, peca primeramente porque la hace pecar, y porque siempre son comunes los crímenes que hacen cometer; y peca tambien directamente él mismo, porque viola la fé pública y sagrada del matrimonio, sin lo cual nada

puede existir en el órden legítimo de las cosas humanas.

No solo debe merecer la estimacion de su marido una muger virtuosa, sino que debe obtenerla; si la reprende, es porque es reprensible; y aunque fuese inocente, ha obrado mal tan luego como se sospecha de ella, porque hasta las mismas apariencias entran en el número de los deberes.

¿Por que deben vivir las mugeres retiradas y separadas de los hombres? ¿Harémos al sexo la injuria de creer que esto sea por razones deducidas de su debilidad, y solamente para evitar el peligro de las tentaciones? No; estos indignos temores no convienen á una muger de bien, á una madre de familia, sin cesar rodeada de objetos que alimentan en ella sentimientods de honor, y entregada á los mas respetables deberes de la naturaleza. lo que las separa de los hombres es la naturaleza misma, que las prescribe ocupaciones difrerentes de las nuestras; es esa dulce y tímida modestia, que sin pensar precisamente en la castidad es la centinela mas segura de ella; es esa reserva atenta y amable, que alimentando á un tiempo en los corazones de los hombres los deseos y el

respeto, sirve, por decirlo asi, de coquetería á la virtud. He aquí por que los esposos no se hallan esceptuados de esta regla. He aqui por que las mugeres mas honestas conservan en general mayor ascendiente sobre sus maridos, porque á favor de esta sabia y discreta reserva, sin capricho y sin contrariedad, saben en el seno de la union mas tierna mantenerlos á cierta distancia, y les impiden fastidiarse de ellas.

Cualquiera que sea la precaucion que pueda tomarse, el goce consume los deleites, y el amor ántes que todos los demas. Pero cuando este ha reinado largo tiempo, un dulce hábito llena su vacío, y el atractivo de la confianza reemplaza á los transportes de la pasion: los hijos forman entre los que les han dado el ser una union no menos dulce y muchas veces mas fuerte que el amor mismo.

Por muchas razones que se deducen de la naturaleza de las cosas, el padre debe mandar en la familia. 1a La autoridad no debe ser igual entre el padre y la madre; pero es necesario que sea uno el gobierno, y que en la diversidad de pareceres haya una voz preponderante que decida. 2a Por

muy leves que quieran suponerse las comodiades particulaes de la muger, como para ella son siempre un intervalo de inaccion, es una razon suficiente para escluirla de esta primacía; porque cuando la balanza está en un perfecto equilibrio, una sola paja basta para hacerla inclinar. Ademas, el marido debe tener la inspeccion de la conducta de su muger, porque le interesa asegurarse de que los hijos á quienes está obligado á reconocer y alimentar, son suyos y no de otro. La muger que no tiene que temer coas semejante, no tiene el mismo derecho sobre su marido. 3a Los hijos deben obedecer al padre, en un principio por necesidad, y luego por reconocimiento: despues de haber aquel provisto á sus necesidades la mitad de su vida, deben ellos consagrar la otra á proveer á las suyas. 4a Con especto á los criados, estos le deben tambien sus servicios en cambio del sustento que les da, salvo el derecho que les queda de romper el pacto ó ajuste que tengan hecho, cuando deje de convenirles.