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Perlas negras/XXI

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Abrió el poniente su botón de fuego;
empurpuróse la extensión del lago;
reinó doquiera funeral sosiego;
Eolo difundió su fresco halago,
y el Ángelus, doliente como un ruego,
tremoló en el azul, medroso y vago.
Sintió el enfermo la inquietud arcana
del día que se va, y el desconsuelo
del que ya no ha de ver su luz ufana.
Y en tanto qu'Endimión, tras rojo velo,
parecía decir: ¡Hasta mañana!
él, acuitado, sollozó: ¡Hasta el cielo!